25 de octubre de 2013

La increíble historia de Mary Ann Coven

Retrato por Edward Athur Walton
Sería yo un gran mentiroso si les dijera que sé cómo empieza esta historia, pero lo que sí puedo jurar, es que todo lo que les voy a contar en este pequeño relato, pasó realmente.

Aquella noche de 1847 había finalmente terminado la búsqueda de la hija de Lord Coven, Mary Ann. El desenlace no fue lo esperado. Fue una trágica escena, una imagen tan triste como imposible. La posición en la que fue encontrada, su expresión. Las mil suposiciones y teorías que no encajaban en la lógica de nadie. Era como un cuento de hadas que había terminado mal, pero tan hermoso como espeluznante.

Había sido enviado desde Boston al condado de Essex por orden del jefe de la policía y a petición de su cercano amigo Lord Coven para la investigación de la desaparición de la señorita Mary Ann. La súplica del padre desafortunado era de absoluta discreción, pero la discreción es en la mayoría de los casos un obstáculo en una investigación, sobretodo, cuando es el mismo Lord Coven quien se niega a responder preguntas.

Con la excusa de salir a conocer el lugar, ya que no se me permitió instalarme en un hostal sino en una habitación de la gran casa Coven, salí a buscar indicios en los lugares donde todo se sabe. En el pueblo, con la gente, lejos de oficiales mal encarados y aristócratas que ocultan todo con el fin de proteger al poderoso.

Los bares siempre son fuentes de información y en éste pueblo no es la excepción. Comencé a saber sobre la bella Mary Ann, la pálida y fina escultura de ojos azules. 

— La chica perdió la cabeza. Tuvo un hermano gemelo, Damien. Éste murió a los siete años, se dijo que fue un accidente. Lo extraño es que no hubo servicio, no hubo entierro, ni luto. Y la pobre, desde aquel día, no volvió a ser la misma. 

— ¿Usted qué cree que pasó en realidad? — Pregunté al viejo tabernero.

— Bueno, la gente piensa que Coven lo mató, es un hombre temperamental y más cuando bebe. Otra gente que trabajaba en la casa en aquel entonces decía que el chico tenía algo mal, que había algo en él ¿sabe? como algo diabólico que enloquecía al viejo, otros dicen que lo encadenaban, que tenía problemas mentales. Y bueno, ésa gente de la que le hablo, ya no está aquí. Y si sigo diciendo cosas, es probable que termine en un agujero, así que es todo lo que tengo qué decir.

Me seguía preguntando, cómo es que alguien se puede perder en un lugar tan pequeño. Otras voces aseguran que Lord Coven nunca le ha puesto una mano encima a su hija, al contrario de lo que pudo haber pasado con Damien. Él, a pesar de todo, la amaba, pues era lo único que tenía después de que su esposa muriera durante el parto. Solo Mary Ann era más importante aún que sus ambiciones. Aunque se dice también, que el amor que él siente por su hija, es un amor diferente. 

Se me permitió entrar a su habitación, habían ya limpiado, movido, guardado y sospecho que escondido. 

Parecía una chica normal, su retrato realmente no refleja lo que se dice de ella. Es hermosa, unos ojos como lagos en la nieve y labios azulados. Piel de mármol y cabello como la miel. ¿Cómo puede una joven que llama tanto la atención perderse sin dejar rastro? Descubrí que no era la primera vez que ella salía de casa. Se refugiaba en el bosque, a cantar y hablar a solas. Dicen que la habían visto llorar, bajo los árboles. Y que la última vez que la vieron, llevaba un clavel en la mano, triste. Siempre volvía a tiempo para no ser descubierta, pero esta vez, no fue así.

Encontré varias cartas, dirigidas a su hermano, cartas recientes en las que le suplicaba una manera para encontrarse con él. Como si él nunca se hubiera ido para siempre, como si pudiera leer aquellas notas y contestarle cada pregunta mientras se oculta del mundo. Ellos tenían una conexión especial incluso después de la muerte. La locura no le ha dado resignación a Mary Ann, pero le ha dado tranquilidad, convirtió el eterno descanso en ausencia temporal y la muerte en esperanza. Puedo ver en su diario muestras de lucidez. Bellos versos e impronunciables maldiciones, extraños símbolos, un retrato a medias de Damien y un dibujo de un diente de león.

Vi un estuche negro, alargado. Lo abrí y había una flauta dentro, la tomé, sólo por capricho, y una hoja escapó de su interior y cayó al suelo, era una nota, un ruego de Mary Ann a Damien. Un grito desesperado de ayuda un "¡No soporto más!". Guardé discretamente la nota en mi bolsillo, pues ya tenía por compañía a uno de los criados de Coven. Y salí del lugar.

Fui a la taberna, a pensar, a tomar un trago. Saqué la nota de mi bolsillo y cuando la desdoblé había un diente de león intacto, como si hubiera brotado en ése momento del papel. Ni siquiera tuve tiempo de indagar en ése extraño hecho, o siquiera de sacudirme la sorpresa de la cara, pues salté de la silla como un resorte y caminé rápido hacia el bosque como si se me hubiera dado la orden.

No parecía una buena idea, tratar de buscar pistas y rastros en un atardecer, quedaba poco tiempo de luz, pero eso no me importó. 

Se cumplirían 9 días de la desaparición de Mary Ann, y yo había sido llamado hace cuatro noches. Se perdieron cinco días vitales para encontrarla, y sólo había dos salidas para el caso: El rapto o la muerte. No había ningún indicio de que ella haya escapado sola, pues, según su diario, sentía un temor enorme al bosque profundo. Cuando escapaba de casa no llegaba más allá de la ruina.

La ruina, es una especie de castillo, pero sin castillo, solo es una fachada, con su puente levadizo que sirve de cruce para una pequeña rivera. El tiempo y el bosque, se comieron lo demás. Era ésta ruina realmente bella, como una bella decadencia, como un bello morir y permanecer que marca una frontera invisible que una hermosa joven de diecisiete años se rehusaba a cruzar. Pero yo, que no creía en supersticiones, ni leyendas, no vi ningún problema en cruzar al bosque cuando la tierra ya ha devorado al sol completamente. 

Era un paisaje monumental, un otoño eterno que no jugaba con el tiempo de la misma forma que el resto del mundo. Las hojas amarillas caían una a una, a un ritmo tan lento que se podían escuchar en el silencio de la noche. Las nubes besaban mis pies y los cielos al mismo tiempo, pero se podía ver todo tan claramente. Caminé por algún tiempo hasta que una figura salió de entre los árboles, lejana y oculta. Replicaba la luz de la luna que entraba por una nube gris perforada por un haz. Y corrió, y corrí tras ella. Y la perdía, pero se mostraba nuevamente, como si jugara conmigo. Era ella, era Mary Ann, con su ropa de dormir que volaba tras ella como la estela de una estrella fugaz. Lo supe, aunque estaba lejos, sabía que era ella. 

Llegué a un claro en el bosque, un espacio no muy grande en forma de círculo, rodeado de árboles y en el centro los dientes de león dominaban cada espacio, como una laguna blanca que escupía copos de algodón desde el suelo, como una nevada provocada por el soplo de los niños que piden fervientemente sus deseos más simples y honestos.

La hermosura del paisaje tenía un propósito. Cegarme, evitar que viera lo que ocultaba, evitar que hallara debajo de todo, un camino, una antigua vereda borrada por la tierra y las hojas, que se perdía en más y más árboles. Y continué con mi búsqueda varios metros más, siguiendo el camino, escuchando sobre mi hombro el ulular de un búho que estaba a millas de ahí.  Y la volví a ver, a lo lejos, sin moverse, solo su cabello ondulaba con el viento y se quedó en aquel lugar mientras yo corría hacia ella, sin ningún temor, pues yo creía que mi misión había terminado con éxito. Pero me detuve, pues desapareció por completo, rápido, como el vapor que sale de mi boca y quedé helado.

Llegué al lugar que ella me señalaba. Era una cabaña, vieja y en ruinas, no había sido el agua, ni el aire quien había casi tumbado el lugar. Era ése enorme árbol, que no solo sobresalía por el techo de la cabaña, sino por encima de los otros árboles del bosque, era un árbol enorme, no tan alto como ancho, robusto, majestuoso, cinco personas tomadas de la mano lograrían cubrir su diámetro por completo. Y salía del interior de la construcción ¿Cómo un árbol tan grande puede haber brotado de una construcción que seguramente no tenía más edad que él? Sus raíces levantaban el suelo de la cabaña y llegaban hasta el exterior por varios metros. La noche lo bañaba con azul y plata y parecía iluminarse. Al estar debajo de él, dejabas de ver el cielo, pues sus hojas cubrían todo el panorama y sus ramas se dejaban caer exhaustas en sus extremos. 

Aún con el temor de ser aplastado por madera vieja y podrida, entré. Y es posible que me crean loco cuando cuente lo que vi, como les dije, yo no era un creyente de las supersticiones, yo había seguido a Mary Ann por el bosque sin ninguna duda que era ella en cuerpo y alma. 

Cuando entré al lugar, la luna que había seguido mi travesía me mostró aquellos ojos entreabiertos enmarcados por un rostro plácido que, si no fuera por aquel tono púrpura y gris, podía uno jurar que ella dormía tranquilamente. El mármol con el que ella había sido esculpida se mantenía firme y brillante a pesar del tiempo. No la había conocido hasta ése día, y lo que se contaba, sobre su belleza, no haría ni un gramo de justicia a la hermosura que Mary Ann poseía. Esos ojos azules apagados, su cabello enredado que juega con su cuello como una lluvia de miel sobre la arena y una sonrisa hermosa como la de un ángel.

Pero que la haya encontrado, sin vida y además intacta, no es lo increíble. Sino la forma en que ella yacía, semientarrada, enredada en raíces enormes, que como brazos la acurrucaban y la abrazaban delicadamente y ella correspondía a aquel gesto imposible posando sus manos sobre esos brazos y encogiendo sus piernas; como una mujer en los brazos de su amado, como un hijo en el regazo de su madre, como una hermana consolándose en el hombro de su hermano. 

Era imposible, que haya sido puesta intencionalmente en ése lugar, que las raíces hayan crecido y la tierra la cubriera como una suave manta en nueve días. Que la rodearan en un eterno abrazo, en un consuelo imposible, hundida en la tierra como una diosa de piedra enterrada por los años. Ni en un sueño.

Cuando logré ver más allá de aquel ángel dormido, pude observar las cadenas que se encontraban a los lados del árbol aseguradas al suelo y otras a la altura de mi cabeza, enterradas en el tronco, encarnadas, como si hubieran sido parte de él en algún momento y su crecimiento las hubiera roto. Había un extraño símbolo grabado en árbol, un símbolo antiguo, el mismo símbolo que en los garabatos en las notas de Mary Ann. El mismo símbolo, con las tres lunas.

Sé que sabes lo que trato de decir, yo también lo pensé y lo creo desde aquella noche. Y aunque para ti sea solo un cuento de hadas, aquello cambió mi forma de ver el mundo para siempre. Nada puede separar el amor, en ninguna de sus formas; ni la muerte, ni la maldad. No se sabe a ciencia cierta lo que sucedió realmente, sobre la muerte del chico, sobre la forma en que Lord Coven amaba a Mary Ann que la hacía sufrir tanto. Pero sé, por lo que vi, que había encontrado al fin, en aquel lugar, la paz.

¿Qué pasó después? ¿Conmigo, con Lord Coven?

Eso sería extenderme demasiado. Pero espero que creas en lo que te he contado, y si me juzgas loco, bien, la verdad es la verdad no importa si te creen o no. La locura, es una palabra usada para etiquetar a aquellos que saben y creen en su propia verdad, la de sus ojos, la de su alma. Encuentra la paz en la verdad, pues aunque traten de imponer sus mentiras y encerrar nuestros cuerpos en un claustro maldito. El amor es la verdad, brilla como el fuego y sale de nuestras bocas, nuestros ojos, y nuestras letras. No hay agua que extinga la verdad.

13 de octubre de 1879, Sanatorio Coven Three Hills, Essex, Massachussets.


Arbol-Cabaña-Fantasía

L.D.