12 de marzo de 2013

Microcuentos.


La Maldita Cordura


La Maldita Cordura-Banca vacía
Ella se sentaba siempre en la misma banca debajo de ese enorme cedro, al centro de la plaza de siempre. Leyendo a su Nietzsche y alternando el cruce de sus hermosas piernas.

Él se sentaba todos los días en el lado opuesto, lo suficientemente lejos para que ella no lo viera, mientras él la miraba cruzar sus blancas piernas y mostrar su bello lunar pincelado justo al pie de ese monte nacarado que se pierde en la sombra de su falda...

Al día siguiente, la banca estuvo vacía, ella no se presentó, ni al siguiente, ni el día después de éste. Fue cuando él recordó las palabras del doctor "Las alucinaciones terminarán después de la cirugía y al fin va a poder vivir de manera normal". Entonces, en plenas facultades, decidió quitarse la vida.

El fantasma de mi madre



El Fantasma de mi madre-Puerta Armario
El fantasma de mi madre me asecha desde hace tres días. Me abruma con sus quejas sobre mi, sus insultos y su olor a licor. Se queda horas de pie junto a mi cama, viéndome, fumando su cigarro y yo solo tengo una sábana que me protege. 

El fantasma de mi madre camina por la casa, dando tumbos como la vil alcohólica que siempre fue, desnuda como siempre lo hizo cuando traía a esos hombres todas las noches y me obligaba a verla hincada frente a ellos, para que me hiciera hombre.

Maduré muy rápido gracias a ella, tal vez sea un niño precoz de doce años, pero, esto es demasiado para mi, la casa hiede a muerte. No soporto verla más atravesando paredes y lamentándose ¡No lo soporto! Tal vez deba sacar su cadáver del armario.

L.D.