1 de abril de 2013

La sirena

Dedicado al amor de mi vida...



La sirena

Él la vio a lo lejos, majestuosa, posando a la orilla de la playa como si supiera que la mira por el catalejos. Su balsa se mece sobre las últimas olas de la tarde y la pierde de vista. Ésa fue la primera vez que la vio y aún la recuerda, con su torso desnudo y su cabello que cae sobre su espalda. Esos perfectos trazos de su pecho que ocultan de manera sorprendente esas suaves hendiduras sobre sus costillas con las que sobrevive bajo el mar. Su cola era tornasol, como de diamante, brillante e hipnótica y su cara albergaba dos hermosos lagos oscuros que lo miraban a través de la lente. Pensó que alucinaba.

Llegó a tierra y agradeció al cielo, pues toda la tripulación del barco había muerto. Buscó agua y comida por un rato, recorrió media milla y la vio, en el mismo lugar, simplemente viendo el mar. Era hermosa, tenía lunares en su mejilla, su labio superior tenía esa bella forma como de una gaviota con sus alas abiertas. No se si era por la sal del mar, pero, su piel era como un lienzo nuevo. Y entonces, la escuchó. Un agudo perfecto, limpio y resonante; atravesando el ruido de las olas. Ella lo vio y él se quedó inmóvil, ella saltó al agua rápidamente y se fue. Creo que la asustó, fue su barba o su olor tal vez. 

Él se obsesionó tanto, que no intentó escapar, no extrañaba el mundo, ni a la gente y el día que pudo ver a un barco a lo lejos, en lugar de avivar la hoguera, la apagó, pues le temía al rescate.

Al fin él pudo hablarle, pero ella no respondía, el supo que lo entendía, pero no podía hablar su idioma. Se comunicaron como pudieron, se vieron cada día y cada noche. Se enamoraron, se rieron, ella cantó para el y el cantó para ella. Se enojaron y discutieron en lenguas distintas y se reconciliaron en una sola. Es sorprendente las maneras en las que seres tan diferentes pueden hacer el amor.

Pasaron los años, él envejecía y ella se mantenía como el primer día. Sus labios eran los mismos y su espalda seguía siendo el lienzo nuevo que ahora esos labios viejos pincelan. 

Tantos años y ella, aún lo visita cada día y cada noche. Le avisa con su canto que ha llegado y él sin la agilidad de antes camina por la playa hasta su lugar. Ella lo mira con ojos que examinan, pero que, no juzgan. Ella conoce cosas de la vida que él desconoce, ella lo sabe, sabe que ésta es la última noche. 

Él se sienta sobre la roca y la mira, deseando que ella sepa que la ama. Ella lo mira y le contesta con un destello en sus ojos y una sonrisa tímida como la primera vez que estuvieron tan cerca. Él Pone su cabeza sobre el regazo de ella, se siente cansado, simplemente se pone a verla a ella mirar la luna. Ella lo acompaña por horas, hasta que los años y el desgaste lo hacen claudicar. Sus ojos se cierran tan lento como el andar de la luna. La ve por ultima vez, gesticulando un "te amo" callado, pero, que resonó en su alma, mientras una lágrima corre por su rostro y cae sobre él. Una lágrima tan pesada, tan honesta, tan triste y tan llena de amor. Una lagrima tan densa que oprimió su pecho y detuvo el latido de su corazón. 

La sirena, se quedó durante horas junto al cuerpo frío, contemplándolo. No regresaría al mar nunca más, no pasó mucho tiempo antes de desvanecerse y quedar sin vida junto al hombre que ama. 

Amándose para siempre y desde el principio. Desde que el mar conoció la tierra es inconcebible su separación. Ella cantó para él y él cantó para ella, hasta la muerte.

L.D.