6 de febrero de 2013

La desdicha de Jack


Desdicha-Puente-Tristeza

¿Alguna vez has sentido ganas de matar? Esa ira que te hace poderoso o ese sentir de impotencia que se transforma en estupidez y esa estupidez cabrona que siempre tiene un arma por respuesta.

Así paso con Jack, la etapa de su vida en la que se encontraba parecía perfecta. Era Joven, inteligente y con tanto amor en su interior, mas del que alguna vez imaginó que podía caber en el pecho de cualquiera. Pero, las cosas no siempre transcurren como deberían, los caprichos siempre aparecen y la vida es muy caprichosa.


Jack se sentaba todos los días en la baranda de contención en una curva muy cerrada de una carretera peligrosa. Esa baranda lucía diferente a las demás, y es que era nueva, ya que era cambiada frecuentemente debido a los accidentes. Pasando esa contención esta un desfiladero, no es muy grande, pero es lo suficiente como para dar muerte a algún conductor despistado, o a un suicida decidido. 

Y ahí lo podías ver, sentado, en el lugar más peligroso, solo viendo hacía abajo, pensativo, levantando y arrojando piedras, de vez en cuando levantaba una rama y la rompía como si en su mente se tratara del cuello de algún desgraciado. Se sentía tan lleno, tan lleno de todo que explotaría. Nadie puede saber que sucederá cuando la paciencia de Jack llegue a su limite, ni siquiera él. 

Era un tipo sereno, tenía esos ojos de nunca inmutarse, frío, se podría decir. Pocas veces se mostraba lo que había adentro de él. Como todo buen jugador de poker, claro. O psicópata inclusive. El creía en sí mismo, pero de esa fe carecían las personas que lo rodeaban, nadie creía en el. Las órdenes llegaban de todos lados, su vida y su futuro no pasaba por sus manos, sino por las manos del ya mencionado "capricho de la vida". Y eso era lo que más le afectaba, nunca fue muy adepto a recibir órdenes, pero él pensaba que para sobrevivir había que tragar saliva algunas veces. Pero, lo demás eran solo cosas insignificantes, lo de hoy, era su futuro y el de su familia. Nadie puede decidir el futuro de su familia sin siquiera consultarle y eso lo tenía al punto de muerte.

Casi caía la noche, el cielo estaba en el rojo más nostálgico, el horizonte era imperdible, era como la postal del lugar más bello pero hostil del mundo. Y fue cuando llegó, iluminado por los faros de los carros que transitaban como una manada de bestias, la respuesta.

Fue un rayo de claridad, fue la válvula que liberó la acumulación de negros pecados y decepciones. Era lo que por tanto tiempo el había estado esperando sentado en ese lugar. Su cara se iluminó y deseaba tanto dejar su mala soledad para ir a contárselo a su mujer, la presión se había ido, parecía que los grandes inconvenientes podían ser vencidos con las palabras de esta epifanía.

Esa sensación de incomodidad, de vacío, de caminar lo más lento que se pueda con tal de no llegar a casa, se habían ido. Ya no había que culpar a nadie, todo volvía a ser perfecto. Los autos parecían transitar más lento, porque tal vez sus conductores también habían recibido alguna revelación.

Lentamente, o mejor dicho, horrible y cruelmente lento, se acercaba ese camión, con una carga de rollos de acero. Al dar la vuelta, una cadena reventó, un enorme rollo de acero se encaminó hacia Jack de forma lenta. El hombre sabía que moriría. No había imágenes pasando frente a él recordando su vida entera como dicen algunos que es antes de morir, como si alguna persona hubiera vuelto de la muerte para contarnos. Lo único que había frente a él, era la frase dicha antes de salir de aquel bar hace horas: "Tengo tantas ganas de no llegar a casa". El pesado rollo pasó por encima de el y lo partió en dos, su entrañas se vaciaron en la grama seca e increíblemente no murió al instante. Sólo para darle algunos segundos más de miseria al pobre desgraciado.

Date cuenta de que las palabras son poder, así que, ten cuidado de no tentar a la desdicha. La vida, como una niña enamorada, puede ser tan jodidamente caprichosa. 


Jack encontró lo que buscaba justo el día dónde invocó a su propia muerte. Tenía tantas ganas de matar que terminó matándose a sí mismo.

L.D.