27 de enero de 2013

Medias de red y labios rojos.

Je t'aimerai jusqu'à la fin de ma vie...

Medias de red-Mujer sensual

Cuando abrí la puerta, la vi, con sus medias de red y su copa de vino, las piernas cruzadas. Era la muerte, seductora dama de ojos profundos.


Me llama por mi nombre, nunca una mujer tan sensual había pronunciado mi nombre sin dinero de por medio, Ella lo hacía, con voz de telefonista de una línea caliente de veinticinco pesos el minuto. Bebe de su copa mientras me mira, como la amante seductora del marido infiel que dice a su esposa estar en una junta, esa mirada que hace que el hombre arranque su corbata y se acaricie por encima del pantalón, afilando su hierro.


No sé qué quiere ella de mí, no sé cómo es que estoy tan seguro de que ella es la muerte si ni siquiera se ha presentado, pero, al decir mi nombre, lo supe ¿Cómo es que a pesar de saber el secreto de esa mujer, aun quiero follarla? ¡Esa mierda es de enfermos! Lo único que se me viene a la mente son las formas en que podemos hacerlo sobre ese sillón rojo. 

Me acerco, mordiéndome los labios y ella cruza la otra pierna. No pregunto cómo llegué aquí o por qué, o si es una lección de vida muy a la Dickens, solo me interesa subirle la falda y abrirle las piernas para poder hundirme en ella.

A pesar del calor en mí, me aproximo temeroso, como un púber a punto de coger por primera vez, me temblaban las piernas. Me paré frente a ella, dejó la copa ahora vacía con sus labios marcados en el borde, sobre la mesita a un lado del sillón, me agarró la entrepierna con fuerza, bajó el cierre de mi pantalón y saco el firme mástil, lo vio, me vio a los ojos y me dijo "¿Quieres que sea tu puta?" después sonrió maliciosamente y yo, yo solo intentaba no explotar antes de tiempo.

La mujer cubrió mi verga con su boca, completamente. Cerré los ojos, a esta altura ya había olvidado todo: las preguntas, las suposiciones, el mundo. Deseaba vivir para siempre con esa boquita ordeñándome hasta enloquecer. De pronto, ninguna sensación, no sentía su lengua caliente, ni la saliva que hierve, ni esa leve succión que idiotiza. ¡Nada!

Ella se ha ido, ahora me encuentro inmóvil, como atrapado en un bloque de hielo. Viendo a un hombre tomar fotografías de mi cuerpo desnudo y ensangrentado; del pedazo de carne al pie de la cama y del estuche aterciopelado en la mesita de noche. Mientras otro me manipula bruscamente con sus fríos guantes de látex.

"Le amputaron el miembro, los patrones son grotescos, no coinciden con un arma afilada; más bien fue arrancado como... con los dientes. Se necesita mucha fuerza para hacer algo así, fue de una sola vez, no hay muchas señales de defensa, el dolor lo venció. Simplemente se quedó en el sillón hasta desangrarse." 

Y allí estaba, tirado en el sillón rojo en un cuarto de motel mientras me fotografían, se burlan de mí y me tratan como una vaca sin vida a un lado de la carretera. Con el pene mutilado de una mordida por la piruja con quien llegué, Ágata, la de las piernas largas y nalgas esculpidas por Dios en su día más lujurioso; la de pechos firmes y un coño de ensueño. La de los martes, jueves y sábados.

La muerte, es una hermosa puta con medias de red y labios rojos.

“Je t'aimerai jusqu'à la fin de ma vie”... rezla ia nscripción en el brazalete costoso que Ágata lleva en su brazo al huir de la habitación aquella noche. Te amaré hasta el fin de mi vida.


L.D.