22 de febrero de 2017

Ultimátum

Hombre bajo la lluvia

Sobre el lodo se dibujaban las huellas de las botas de trabajo de Alberto. Si la lluvia no dejaba de caer aquella noche no era por cuestiones meteorológicas, sino para efectos dramáticos. Pues Alberto estaba a punto de darle a Milena un ultimátum.
Después de escuchar tales palabras, el pecho de Milena se llenó de rabia y sus ojos de lágrimas. Ella lo amaba y sabía que ese amor era mutuo, pero Alberto le dio justo en la parte debil de su corazón y lo peor era que él tenía razón. 

Fue una sentencia poco usual, era una amenaza llena de tristeza y de miedo. Miedo a la respuesta. Usar la carta del divorcio eran palabras mayores, pero no había marcha atrás y Alberto quería a Milena sólo para él. 

La lluvia cesó y él, destrozado, se alejó de ella, luchando contra la insistencia que el fango le hacía para quedarse a pelear un poco más. Pero él estaba rendido, agotado desde mucho antes incluso de haber llamado a su mujer para hablar a solas. En el cielo aún quedaban nubes y en sus ojos lágrimas y en su cabeza las palabras que desataron la peor tormenta de su vida:

"No puedo seguir siendo tu esposo, hasta que te divorcies de tu padre".

Mientras caía, los dos segundos de vacío fueron cuatro años de recuerdos, de amor y de vida que terminaron derramados sobre el asfalto. Expuestos, a la vista, bajo el puente de Washington y la tercera, en aquella noche del catorce de abril.